La era de los software y algoritmos es una realidad, no solo para el mundo del comercio. Comienza a ser una cotidianidad en el ejercicio profesional de muchas carreras e incluso ha permeado con bastante fuerza en el Derecho. Ya se había observado desde el año pasado el crecimiento del impacto tecnológico en la vida del abogado, pues diversas empresas legales decidieron sumarse a la ola del cambio tecnológico apropiándose de nuevas formas para ejecutar las tareas, simplificando procedimientos y aumentando la posibilidad de almacenar información.
La introducción de la tecnología del Blockchain ha aportado nuevas ideas y soluciones en torno a la necesidad de descentralizar procesos y ofrecer más autonomía. A propósito del aprovechamiento de estas herramientas, surgió el smart contract o contrato inteligente en el Derecho, que brinda la capacidad de auto ejecutarse sin mediación de terceros ofreciendo además inmutabilidad y almacenamiento distribuido.
Smart Contracts o Contratos Inteligentes
Un contrato es un acuerdo entre dos o más partes en donde se definen claramente las acciones y competencias de cada una de ellas. Al aceptar las reglas establecidas cada quien se hace responsable de su actuación y está consciente de las consecuencias que deberá asumir en caso de romper las normas.
Tradicionalmente los contratos válidos legalmente requieren, además del asesoramiento legal, de los servicios de una notaría, lo que representa más costo en tiempo y en recursos. Por el contrario, los contratos inteligentes puede ejecutarse y hacerse cumplir por sí mismos, sin la necesidad de intermediarios que lo validen. De esta forma evitan las ambigüedades de la interpretación pues no están sujetos al lenguaje escrito con el que son redactados, por los profesionales del Derecho, los contratos tradicionales. En ellos, la información está codificada en códigos informáticos escritos con lenguaje de programación.
La autonomía para la validez de los smart contracts está justamente vinculada a su naturaleza, pues es un código visible por todos los interesados y que no puede ser modificado por emplear la tecnología del blockchain.
La cualidad de estar distribuido en ordenadores impide que sea custodiado o propiedad de una sola empresa, lo que se traduciría en la eliminación de trabas burocráticas, reducción de costos económicos y de tiempo en el proceso. Para que los contratos inteligentes puedan ser ejecutados en la cotidianidad deben existir las transacciones programables y un sistema financiero que los reconozca como legales. Los smart contract comenzaron a usarse a través de la moneda digital Bitcoin, para generar acuerdos entre las personas interesadas en obtenerla.
En definitiva, los contratos inteligentes están definidos como un conjunto de códigos programados inmutables y distribuidos en miles de nodos de manera que no puedan alterar su contenido. En ese sentido, es un programa que siempre va a actuar de la misma manera, permitiendo almacenar información sin que esta pueda ser modificada. Cuando se da una condición programada en el sistema, el contrato inteligente ejecuta automáticamente la cláusula correspondiente. Pueden ser muy seguros, siempre y cuando no sean creados con errores de programación, pues allí se puede violentar su seguridad y generarse fallas de ejecución.
A pesar de los grandes beneficios y de los recursos que pone la tecnología a la disposición para optimizar procesos, la asesoría legal y el conocimiento de los profesionales del Derecho es un paso que no debe saltarse, pues para lograr la codificación correcta de estos contratos es necesario contar con la experticia de un abogado.
Algunos expertos en el área han definido algunos de los usos que se le puede dar a los smart contract, estos son:
- Préstamos.
- Liquidación de operaciones.
- Pagos de cupones o bonos.
- Microseguros.
- Depósito en garantía en el registro de la propiedad.
- Herencias.
- Automatización de pagos y donaciones.
- Expedientes médicos electrónicos.
- Acceso a los datos sanitarios de la población.
- Seguimiento a la salud personal.
- Servicios de propiedad intelectual.